La noche inventada.

Cómic hecho por mujeres: una demostración empírica*

Hablar de cómic producido por mujeres hace diez años era una labor ardua. Suponía indagar en las escasas fuentes y reivindicar hasta el agotamiento sobre la calidad y la cantidad de las propuestas. Ahora las cosas están cambiando. Existe el cómic hecho por mujeres y siempre ha existido. Sólo faltaba un detalle; por fin la industria está plenamente convencida de este “secreto a voces”: el cómic hecho por mujeres vende.

El circuito comercial se está abriendo y cada vez encontramos más espacio para la pluralidad pero aún quedan algunas páginas importantes por escribir en esta historia. Una de ellas es la presencia de mujeres en los lugares de decisión; cada vez es más frecuente (como es el caso de Karen Berger, Editora Ejecutiva de Vértigo, o Hélène Bruller, Directora Artística de Hachette Jeunesse) pero todavía es una situación anecdótica. La otra página en blanco es la falta de análisis sobre este género en el ámbito universitario. Al cómic en general le ha costado mucho trabajo llegar a ser objeto de estudio en investigaciones de prestigio, y los trabajos realizados por mujeres a lo largo de siglos (sí, siglos, en España los orígenes se remontan a los pliegos de cordel del siglo XV) son todavía una asignatura pendiente.

Si queremos acercarnos a este universo contamos con pocas, pero maravillosas, excepciones en esta laguna de invisibilidad académica. Marika Vila, artista gráfica e investigadora, es pionera en este estudio, reflexionando desde los años 70 sobre la mujer como creadora y como objeto del cómic en España. Otro referente ineludible es Josune Muñoz, especialista en crítica literaria feminista, que trabaja desde la plataforma Skolastica. El Taller sobre Cómics de Mujeres que impartió en Sevilla en 2009, organizado por el Centro de Documentación María Zambrano, es la fuente principal de este artículo que tenéis entre manos. Sus palabras fueron ilustradas por la exposición La violencia en el mundo del cómic que la Unidad de Igualdad de la Universidad de Cádiz cedió para la ocasión. Si no habéis tenido el placer de escucharla en directo podéis encontrar un reportaje televisivo sobre el taller en la biblioteca de dicho centro, así como muchas de las publicaciones de Josune.

Cómic hecho por mujres

Y con esto se acabó la apología y la queja. A partir de ahora vamos a hacer presente la realidad con hechos, en palabras de Josune: “La única manera de demostrar que las mujeres hemos estado desde siempre trabajando todos los géneros literarios es llenar las mesas de libros”.

Para empezar, y si os gusta bucear en el pasado para encontrar tesoros, buscad alguna edición de coleccionista de Mis Chicas. Allá por los años 40 Consuelo Gil editaba cómic en plena posguerra; con talento de prestidigitadora evadía la censura con portadas dulcificadas hasta la hiperglucemia, que escondían a las mejores ilustradoras del momento y contenidos no “intoxicados” por el fascismo.

Otro hallazgo sorprendente está oculto en las páginas de Esther y su mundo, dibujada por Purita Campos y escrita por Philip Douglas, que se publicó desde el 68 al 88 en España, Bélgica, Holanda, Alemania y Francia. Actualmente se venden 150.000 ejemplares diarios de la obra de Purita, que continúa en la brecha con Las nuevas aventuras de Esther. Y aunque no lo creáis este es un cómic feminista.

Son norteamericanas generadoras de contracultura, situadas en la cresta de los movimientos sociales e inmersas en la experimentación con las drogas. Muchas otras lo habían intentado antes pero una a una la industria editorial las devoraba. Para entrar en el mundo del cómic las mujeres tuvieron que hacerlo en grupo. Era la única forma de enfrentarse a un mercado cerrado, sexista y misógino (porque así era la situación en los años 60, y aún hoy quedan restos de estas carencias).

Contaban con un recorrido vital de lucha feminista y se organizaron repartiendo el trabajo de forma que cada número del Wimmin’s Comics era dirigido por una de ellas para equilibrar esfuerzos. Esta estructura de trabajo y el éxito que lograron mantuvo al proyecto vivo durante tres décadas, de los 60s a los 90s.

Wimmin’s Comics
Portada de Wimmen's Comix

Ellas reivindicaron con fuerza la igualdad de género y la normalización del cuerpo femenino; pusieron sobre el papel asuntos como el parto, la regla o la homosexualidad. Además de la temática feminista mostraban una realidad que no solía aparecer en el cómic de los hombres. En el punto de mira de sus críticas estaban la guerra de Vietnam, la guerra fría, el control social, la violación de los derechos civiles y la censura impuesta por el sistema de publicación tradicional, entre otros muchos temas.

Algunas de las pioneras de la primera generación fueron Trina Robbins, autora histórica y gran investigadora del cómic de mujeres en Norteamérica, Lee Marrs, Aline Kominsky, Roberta Gregory, Melinda Gebbie, Nancy ‘Huracane’ Kalish o Willy Mendez.

Sus heroínas ya no eran damiselas continuamente en peligro, ni cheerleaders patrióticas, ni mujeres vigoréxicas y neumáticas; la pequeña Lulú, Olivia, Wonder Woman o Xena llegaron reinventadas para restaurar años de desequilibrio sexista.

En la segunda generación encontramos obras como El alma de la fiesta de Marie Flenner, con grandes logros expresivos, que critica al machismo en la contracultura y narra la desintegración mental por el consumo progresivo de ácido.

Portada de Naughty Bits de Roberta Gregory
Naughty Bits de Roberta Gregory

La “reina del underground”, Roberta Gregory, nos regaló a Bitchy Bitch. En Ha nacido un Putón nos muestra a una mujer irreverente e irónica, víctima del acoso, la violación y de un aborto traumático. En esta época sólo las feministas estadounidenses se atrevían a hablar alto y claro. En su publicación propia Naughty Bits o en el álbum Todo lo guarra que ella quiera ser encontramos el mismo tipo de arrojo y frescura.

Aunque no seré yo quien etiquete el cómic producido por mujeres, hay dos características que abundan en las obras de las autoras gráficas a lo largo de la historia: la reivindicación y el sentido del humor. La autobiografía o crear desde lo cotidiano también es una tendencia en el cómic de mujeres, pero sobre todo en el underground. Vida de una niña y Diario de una adolescente, ambas de Phoebe Gloeckner, recogen los fragmentos de la turbulenta vida de la autora; los abusos de su padrastro, una adolescencia vertebrada por las drogas y el sexo, y una madurez marcada por la angustia. Son páginas aparentemente inconexas que desvelan con una lucidez brutal las miserias (la hipocresía, la misoginia, la perversión) de la sociedad norteamericana de los años setenta.

Es más que una obra brillante, es una revelación y un relato ineludible. Debbie Drechsler también trata los abusos a menores en La muñequita de papá. Encontramos aquí otra historia fragmentada (parece que en ambos casos hay algo roto por completo, incapaz de encontrar la coherencia) que retrata, sin paliativos, el desamparo de los adolescentes en Estados Unidos. Triste y terrorífica pero muy necesaria.

La independencia económica e ideológica del Wimmin’s Comics fue un factor decisivo para poder asumir riesgos a la hora de crear. Este grupo de autoras nos conminan con su valentía a romper el tabú y a difundir la realidad como única forma de sanar a una sociedad enferma.

El coraje y la forma de colectivizar el trabajo se contagió a las mujeres europeas; en las grandes ciudades grupos de artistas afines al cómic y al feminismo se unieron para poner en marcha proyectos similares. En Francia la publicación Ah! NaNa! dio tanto en la diana que fue cerrada por el gobierno y sus colaboradoras tuvieron que integrarse en editoriales interesadas en incluir una mirada feminista. La mayoría se marchó a Metal Hurlant, a través de la cual llegó a España su obra. En esta generación de artistas hay algunos nombres que no se pueden pasarse por alto:

Número 6 de la publicación francesa Ah! NaNa!
Nº6 de la publicación francesa Ah! NaNa!

Chantal Montellier (1947) es una de las primeras historietistas profesionales francesas, autora de cómics de novela negra como El proceso (una adaptación de la obra de Kafka), Odile y los cocodrilos, Tchernobyl Mon amour o Mis hermanas brujas. Su forma de dibujar es realista e impecable y un vehículo perfecto para la reflexión y la denuncia.

Annie Goetzinger (1951), creadora de una heroína singular, Felina, domadora en el circo, hija ilegítima de una monja francesa y un anarquista español, que se viste como una gata para vengar a su marido muerto en la serie Los misterios de Barcelona. La composición de las páginas es un elegante juego de inspiración Art Nouveau.

En el álbum Los derechos de la mujer (Ed. Ikusager.1992) encontramos una recopilación de autoras que sirven como muestra del nivel adquirido por el cómic hecho por mujeres en los 80s. Chantal de Spiegeleer (Alemania) y Cinzia Chigliano (Italia) son dos excelentes ejemplos de cómic feminista europeo. Entre las españolas encontramos a la ya mencionada Marika Vila y a Laura Pérez Vernetti-Blina, un referente de la movida con una interesante obra personal relacionada con el erotismo. Completan el álbum las argentinas María Alcobre y Mariel Soria, creadora de la famosa Mamen de la publicación El Jueves.

Hay otras dos argentinas que están escribiendo la historia actual de este género literario. La famosa Maitena, una maestra elaborando viñetas cómicas, lleva más de diez años riéndose de sí misma, desde Mujeres Alteradas hasta Todas las Superadas. Diane Raznovich, por otro lado, es mucho más ácida y crítica, pero muy, muy divertida. Podéis comprobarlo en Sopa de lunares o Mujeres pluscuamperfectas.

Susana de Laura Pérez Vernetti-Blina
Susana, de Laura Pérez Vernetti-Blina

Después del desarrollo exponencial de los 80s el cómic empieza a competir con los estímulos audiovisuales que el mercado va lanzando (Internet, programación televisiva, videoconsolas,…) y las publicaciones más comerciales se estancan sumiendo a la industria en una crisis intensa. En este ambiente, el cómic de mujeres, aunque había alcanzado una riqueza creativa monumental, aún seguía sin entrar en los circuitos de distribución al mismo nivel que los hombres.

En los momentos previos a la crisis de los 90s los criterios acerca del dibujo eran tan estrechos que muchas obras interesantes no podían ver la luz si no cumplían unas exigencias gráficas concretas. Intentando romper con esta tendencia David Beauchard fundó la editorial independiente L’Association (1990), donde se editaban, por fascículos, buenas historias. Así fue como empezó Marjane Sartrapi y su Persépolis. Aunque ahora parezca evidente, el triunfo de un cómic autobiográfico sobre una mujer iraní fue algo inesperado. Su éxito ha tenido tanta resonancia que ha abierto las puertas a muchas más obras. Demostró a la industria que hay un mercado de hombres y mujeres esperando historias que les hagan pensar.

Parece ser que se ha corrido la voz y en una década las librerías y tiendas especializadas se están llenando de títulos suculentos con firmas femeninas. En la biblioteca del Centro de Documentación María Zambrano encontraréis la gran mayoría de las reseñadas en este texto. Aquí van algunas:

Quiéreme bien, de Rosalind B.Penfold, real como la vida; surgió a raíz de una terapia, tras el maltrato sufrido por la autora (bajo pseudónimo). La protagonista, una mujer canadiense de clase media alta y estudios superiores, cuenta el proceso de degeneración de su psique y lo complejo que resulta escapar de esta situación. Su valor es narrativo, expresivo y, sobre todo, pedagógico.
En las antípodas de esta temática (o no tanto) Valentine, de Anne Guillard, es una parodia hilarante sobre las revistas comerciales dirigidas a mujeres. Dividida en secciones similares a Ragazza, pone en evidencia lo ridículas que estas publicaciones pueden llegar a ser.

Mezclando humor y drama llegamos a Fun Home, la obra cumbre de Alison Bechdel. Esta autora lleva desarrollando desde hace unos veinticinco años la tira Unas bollos de cuidado. En 1983 levantó el tabú sobre el lesbianismo y no ha parado de crear personajes graciosos, agudos y profundamente humanos. En Fun Home cuenta la historia de su familia desplegando una gran riqueza de recursos narrativos y expresivos: utiliza sólo acuarelas azules que aumentan de intensidad con la historia. Según la crítica literaria es todo un fenómeno, una obra maestra de la novela gráfica.

Unas bollos de cuidado, Alison Bechdel.
Unas bollos de cuidado, Alison Bechdel. La Cúpula, 2007.

En España tenemos a nuestras propias “Bechdels”, Rosa Navarro y Gema Arquero con sus Salidas de emergencia: Bollería fina (2007), que nos resultan más cercanas en los guiños y referencias culturales.

Rollos míos y Más rollos míos son dos álbumes de Aude Picault, autora francesa de estilo sencillo y espontáneo, que también habla sobre grandes temas cotidianos y anécdotas para reírse mucho y empatizar.

Una obra curiosa es Wassalon, de Clara-Tanit Arqué, que va de una lavadora que busca su lugar en el mundo. Parezca lo que parezca es una obra sólida y sorprendente, que hila muy fino.

Si os apetece un cómic honesto sobre amor y desnudez emocional hojead Los juncos, de Sandra Uve. Su autora es una mujer polifacética, artista gráfica, presentadora y directora de porno.

La protagonista del álbum Pastilla es una niña con cara de aspirina. Ghermandi Francesca recuerda aquí a Daniel Clowes (Ghost World, Bola Ocho,…) pero más tierna. Es cómic mudo con un dibujo alucinante.

Nancy Peña, la autora francesa que se dio a conocer con Cofradía del mar, publicó en 2009 Tea Party. Con un estilo poético inspirado en los grabados de época sigue creando mundos fantásticos y muy personales.

Puede que esta vez… las cosas salgan bien, podría resumirse siendo muy breve. La historia de Sonia Pulido habla de convertirte en lo que deseas y, por el camino, de algunas cosas más. Su forma de dibujar te hace disfrutar muchísimo; referencias estéticas a los años 40, 50 y 60 y un uso del color vibrante, como un juego.

Os pido (de rodillas si es necesario) que no os olvidéis de María Colino, es una joya nacional. Feminista sin complejos, lleva creando desde los 80. Su obra es combativa y poética, desconcertante como un grito. Esta señora expande las fronteras del cómic y el humor gráfico; Margarita y Rabia Máxima son dos buenos ejemplos.

Y este artículo se queda corto. Me dejo a muchas interesantes: Julie Doucet y su logrado Diario de New York, Marguerite Abouet de Costa de Marfil con su Aya de Yopougon, Peggy Adams y su Luchadoras, cualquier cosa que haga Ana Juan, La Perdida de Jessica Abel, Zeina Abirached y Parsua Bashi (dos autoras que siguen la estela Sartrapi), Aurita Aurelia, sencilla y transparente en Fresa y Chocolate, o el álbum Afortunada de Belle Gabrielle. También hay que leer la inquietante Lobas de Rachel Deville y The Lola’s World de Elena Guàrdia y MªÁngeles Cabré. Autoras tan dispares como Kim Eun-Sung, de Corea del Norte, que escribe y dibuja La historia de mi madre, y María José Jiménez , española, responsable del guión de Te quise como sólo se quiere a los cabrones: una bella historia de amor desde el rencor (que no tiene mala pinta), La laguna de Lilli Carré, Liz Prince en ¿Me seguirás queriendo si mojo la cama?, y el grande, grande no os lo perdáis- Percy Gloom de Cathy Malkasian, y… está bien, tengo que parar en algún momento.
Parece que ha quedado claro. El cómic hecho por mujeres vende luego existe, aunque antes de vender también existía. El resto de preguntas filosóficas habrá que resolverlas en el próximo capítulo, aunque esa es otra historia…

*Cómic hecho por mujeres: una demostración empírica, escrito por Laura León Morillo, fue publicado originalmente en el número 51 de la revista Meridiam, del Instituto Andaluz de la Mujer, en el año 2010. El texto sigue siendo actual y necesario. Mi intención es ampliar la repercusión de los reportajes que generé para Meridiam. Siempre pensé que sus valiosos contenidos merecían mayor difusión,  reconociendo siempre la apuesta tan interesante que supuso la revista.

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