Mujeres libres y librerías de mujeres*

LIBRERÍA RELATORAS
Librería Relatoras. Fotografía de Ana Elías publicada en el nº55 de la revista Meridiam.
Las primeras librerías de mujeres en España surgieron como formas de expresión del movimiento feminista que empezaba a tomar fuerza. Treinta y siete años después de que abriese sus puertas el primer establecimiento, su función social sigue vigente, siguen siendo espacios necesarios y cargados de sentido.

En Barcelona cinco mujeres que formaban parte de asociaciones de barrios abrieron la primera Llibreria de les Dones en 1977. El mismo año se abría Ámbito en Madrid, y un año más tarde, en la misma ciudad, más de doscientas mujeres se unen para crear Librería de Mujeres que aún sigue abierta. En Valencia la pionera fue la librería Dona, y en Granada, Librería Mujer o “la libre”, como solían llamarla. En estos primeros momentos las librerías son espacio de encuentro, despacho de abogadas o centro de información, además de cumplir su función más obvia.

Era una época en la que las librerías de mujeres llenaban espacios en blanco; “Si para todos es necesario que vuelvan a crearse lugares de discusión, de intercambios culturales, de profundización en problemas vitales, para la mujer, que siempre ha sido relegada de los pocos que han existido, es mucho más necesario”, puede leerse en el escrito de apertura de Librería Mujer.

Divorciarse, abortar sin dejarse la vida, escapar de situaciones de abuso y malos tratos,… nada de esto estaba institucionalizado, no había otro sitio a donde acudir y en estos lugares se daba respuesta a estas y otras inquietudes. “Había necesidad de encontrarse, todo era tan adverso, tan difícil, tantos noes,… que la librería era un oasis”, cuenta Hortensia Peñarrocha, una de las fundadoras de “la libre”. Sobrevivían recorriendo jornadas feministas donde vendían libros y artesanía; gracias a la solidaridad de las personas se salvaron económicamente muchos proyectos y muchas mujeres encontraron acogida.

Heide Braun de Sidecar
Heide Braun de Sidecar. Imagen de su blog.

Pero esta fue sólo la primera etapa. Aunque nunca han dejado de ser espacios creativos y subversivos, las librerías de mujeres tuvieron que reinventarse. Muchos servicios empezaron a ser asumidos por otros colectivos y estas apasionadas de los libros tuvieron que profesionalizarse para seguir fieles sí mismas.”Las mujeres pensaban que la librería era la panacea, que resolveríamos todos sus problemas”, comenta Hortensia. Algunos locales cerraron y otros se trasformaron en espacios diferentes. “En todos esos sitios hubo un cambio en cierto momento y nació una librería nueva, con otra gente y mayor voluntad de profesionalidad. Sal de Casa (en Valencia) duró nueve años, nueve fantásticos y duros años. Después la gente que formábamos el grupo (y yo) optamos por tomar caminos distintos”. “Yo seguía infectada por el virus de los libros, libros de mujeres. Pero el funcionamiento de una librería “normal” (…) me llevó a “inventarme” Sidecar: una librería sin librería. Que sorteaba varios de los inconvenientes que pesaban y, sin embargo, me daba la posibilidad de seguir disfrutando de lo que más me gustaba (y gusta): poder vender libros, libros de mujeres. Porque me encanta leer, compartir mis pasiones, recomendar, hacer llegar el libro adecuado a cada cual, pero me gusta vender. Es decir, el máximo cumplido es que vienes a por un libro y te llevas cuatro”. Esta es la perspectiva de Heide Braun, una alemana que empezó en Dona en 1979 y que sigue en la brecha vendiendo libros desde Valencia, por correo o a domicilio con su Honda Transalp 650cc.

Otras librerías también se han reinventado, como Librería Mujeres en Madrid, especialistas en feminismo y cuentos infantiles no sexistas desde hace 36 años. La asociación de librerías de mujeres Una Palabra Otra se ha convertido en un proyecto que hoy articula la editorial feminista Horas y horas y el espacio Entredós, desde donde se organizan distintas actividades; exposiciones, seminarios, talleres de psicología, yoga, danza, fotografía, teatro…
Definen la librería como:

“un espacio de solidaridad, creado por algunas mujeres para las mujeres, donde se reúne la expresión de la creatividad de algunas con la voluntad de liberación de todas, donde se privilegia el pensamiento femenino frente al desconocimiento social de su valor…y punto”.

Artífices del Premio Internacional de Narrativa de Mujeres, han creado diversos catálogos, entre ellos, el primero de cuentos infantiles A favor de las niñas. En 1990 el Ministerio de Cultura les concedió el premio a la mejor labor cultural realizada por librerías.
Algunas librerías cerraron sus puertas pero la labor de las mujeres que las lideraron sigue vigente. El criterio de Carmen, de la famosa librería Amaranta (de Sevilla), sigue siendo muy valioso en la ciudad. La energía que se invierte en este tipo de proyectos no suele desaparecer, más bien se transforma. También sevillana, la Librería Fulmen, que fundara María González, dio lugar años más tarde a la Fundación María Fulmen. Hoy, sostenida por fondos de profesionales independientes, impulsa proyectos que fomenten la igualdad de género, la expresividad y la creatividad de las mujeres.

“María Fulmen”, entrañable luchadora antifranquista, de cuya librería todavía queda un grato recuerdo en la ciudad, así como de las míticas reuniones que organizaba en su casa-librería en torno a la defensa de las mujeres y de su cultura, fue reconocida por el Instituto Andaluz de la Mujer con el premio Meridiana en 1998.

Pròleg, heredera de la mítica librería La Sal de Barcelona, representa otro modelo de adaptación. Constituida en 1991, aún sigue abierta a cargo de Núria Monrós, hija de Àngels Grases, una de sus fundadoras. A pesar de las dificultades económicas hoy es “un lugar de encuentro protegido donde se conspira con la palabra y la acción”, confirma Àngels.

Relatoras
Imagen de Relatoras en Facebook.

Un ejemplo de las nuevas librerías de mujeres es el caso de Relatoras. Tras cinco años como librería on line, www.autorasenred.com, se hicieron, hace cuatro años, con un “escaparate físico” junto a la calle Relator de Sevilla.
Para Lola García, su fundadora, Relatoras es “un espacio multifunción. Además de las propias de librería, venta de libros, presentaciones, etc., en nuestro escaso año de vida* hemos organizado todo tipo de actividades: charlas, reuniones, ciclos de tertulias, recitales de música, actividades infantiles, unas por iniciativa propia y otras a demanda del público. El espacio está a disposición de las mujeres y sus propuestas.” Desde sus comienzos la librería también es la sede del proyecto Escuela de Escritoras Helvéticas donde se imparten talleres de escritura y se convocan concursos literarios.
En estos tres último años no han parado de crecer; junto a Lola hay más mujeres sosteniendo el espacio, como Alina Zarekaite y Coral Herrera, que se ha convertido en una Comunidad Internacional de Conocimiento, el Campus Relatoras, desde donde se “acompaña a las mujeres hacia el empoderamiento” a través de cursos y talleres y,  sobre todo, creando comunidad.

Actualmente las librerías de mujeres cumplen, entre otras, la misión de visibilizar por una parte el trabajo creativo de las autoras y por otra las publicaciones sobre estudios de las mujeres.
Lola no duda de la necesidad de empresas como la suya hoy día: “No hay más que entrar a cualquier librería general o especializada, o visitar el catálogo de las librerías on line, y observar que el porcentaje de libros escritos por mujeres en comparación con los de hombres está absolutamente descompensado. Y si pensamos en libros específicos de feminismos o género, directamente no se encuentran”.

En palabras de Heide Braun: “¿Quién si no tiene que surtir con verdadero conocimiento de causa a las bibliotecas de mujeres de los ministerios, etc.? […]

(La librería) sigue siendo un lugar de encuentro, de enlace, más aglutinador y más desprejuiciado que cualquier otro. Y tiene, conoce, mima, una parte concreta del inabarcable alud de publicaciones que en una librería generalista y grande se pierde, se esconde, desaparece.”

El mercado editorial apuesta cada vez más exclusivamente por las novedades y no cuida el stock, esto hace que los libros ‘envejezcan’ al año de su lanzamiento. Muchos de los títulos que llenan las estanterías de estas libreras no constan en los boletines de las distribuidoras. Para disponer de un catálogo actualizado que incluya estas obras tienen que realizar una verdadera labor de investigación. También sucede que una vez que el título está descatalogado no suele reeditarse ni reimprimirse, con la pérdida de conocimiento que conlleva.
Àngels Grases aclara que en Pròleg se consigue “el libro de fondo que en una librería general no se encuentra porque no es rentable; por ejemplo, podemos encontrar Cómo se enseña a ser niña, de Montserrat Moreno (el sexismo en la escuela), o el Diccionario Feminista vol I de Victoria Sau (publicados ambos en la década de los noventa del siglo pasado), y así un largo etcétera de unos 5.000 volúmenes que incluyen ensayo, ficción, poesía…, además de las últimas novedades”.
Para Elena (Una Palabra Otra) “nuestras dificultades también son nuestra fuerza. La especialización en literatura escrita por mujeres, cuentos infantiles no sexistas y pensamiento feminista, alejan a mucha clientela. -¿Solamente pueden entrar mujeres?- pregunta asomándose a la puerta algún impresentable, mi madre que tiene 87 años y todavía trabaja en el mostrador responde -los hombres inteligentes sí-. Se quedan totalmente desconcertados y no saben si entrar o salir. Para las y los que tienen interés en el tema saben que no hay otra librería que tenga lo que necesitan.”
Lola, de Relatoras, se sorprende gratamente de la inquietud de madres y padres por la lectura que ofrecer a niñas y niños. “Se nota que el mensaje está calando al menos entre la clientela de la librería, que preguntan mucho acerca del contenido antes de comprar un libro”.
Aunque la demanda de estos recursos está demostrada, el sector editorial tiene sus propias peculiaridades; los libros son ‘productos’ con poco margen de beneficio. El factor económico es determinante a la hora de mantener en pie una librería; en muchos casos la especialización impone un límite, el proyecto inicial suele ampliarse con un fondo general o con otros productos alternativos. A estos factores se unen las características específicas del autoempleo (el esfuerzo invertido, el tiempo, la responsabilidad, etc.) y la competencia de las grandes cadenas. Las libreras superan estos obstáculos gracias a su experiencia en el medio en el que trabajan, a su profesionalidad y su cuidado en la atención personalizada. Pero sobre todo responden con su pasión por los libros y la fe en el sentido que tiene su trabajo. Este, más que un negocio lucrativo, es una forma de autoempleo viable que siempre llega por vocación.

Cada librera, a su forma, encuentra el camino para seguir haciendo lo que más le gusta. Para Lola G. “trabajar en una librería de mujeres aúna mis dos pasiones: los libros y el feminismo. Después de haber tenido otras ocupaciones, la vida se ha ido encargando de situarme en un lugar en el que me quiero quedar para siempre.”

Heide B., el ‘motor’ de Sidecar, declara: “hace ya catorce años he encontrado una gran fórmula de supervivencia en este mundo de tiburones grandes de tiendas multimedia y horarios imposibles. Puedo centrarme mucho más en lo placentero de mi trabajo, sin las tediosas faenas rutinarias de entradas y devolución, limpieza, una contabilidad más compleja, etc. Echo de menos esos encuentros tan estimulantes con gente que viene porque trabaja sobre un tema concreto o porque está de paso desde México o Estocolmo, o Jaén, y con la que enganchas una conversación maravillosa.

Y celebro, cada día, la libertad que me ofrece mi manera de hacer las cosas”.

Investigar, rescatar y difundir la producción cultural de las mujeres y sobre las mujeres es una responsabilidad social que recae de forma institucional en los centros de documentación y las bibliotecas. Así lo entienden, por ejemplo, el Centro de Documentación María Zambrano y el resto de centros que pertenecen de la Red de Centros de Documentación y Bibliotecas de Mujeres, que trabajan habitualmente con las librerías de mujeres más cercanas a donde están ubicados. Con ello se benefician de la interesante labor que hacen este tipo de establecimientos informando de las novedades editoriales relacionadas con mujeres y género (en el caso de Autoras en Red, por ejemplo, con el boletín de novedades de su página web, o en el caso de Sidecar con sus interesantes cartitas enviadas mensualmente por correo-e a quien lo solicite). A pesar de su fragilidad, compartir este compromiso convierte a las librerías en proveedoras, asesoras y cómplices en la transformación de la realidad.

TALLER EN RELATORAS
Taller realizado en la librería Relatoras. Fotografía de Anna Elías publicada en el nº55 de Meridiam.

Escuchando la historia de Hortensia Peñarrocha (Librería Mujer, Granada) el miedo a asumir los riesgos que conlleva este tipo de aventura se vuelve más subjetivo; una trayectoria vital marcada por la lucha antifascista, con familiares encarcelados o muertos, hambre, represión… Ella puso en marcha su proyecto con cuatro hijos, junto a Pilar que también era madre, ambas separadas por decisión propia. La financiación era, entonces mucho más, una cuestión de creatividad permanente y el ambiente, ideológico y legal, muy hostil. Y, sin embargo, Hortensia siempre se ha sentido una persona libre.
No pude resistirme a preguntar por libros y autoras irrenunciables. María Zambrano, Marguerite Yourcenar, Mercè Rodoreda o Simone de Beauvoir son autoras transformadoras para Àngels Grases. Un cuarto propio de Virginia Wolf y No creas tener derecho de Librería de Mujeres de Milán fueron libros muy importantes para Elena. Y Heide se llevaría a Adrienne Rich, Sobre mentiras, secretos y silencio, y Terremoto, de Sheila Ortiz Taylor, a una isla desierta, también el diccionario de María Moliner. Elegir un libro es una tarea imposible para estas mujeres, muchas no han podido responder a esta pregunta; tal vez sea porque un día decidieron salvarlos a todos.

 

*Mujeres libres y librerías de mujeres, escrito por Laura León Morillo, fue publicado originalmente en el número 55 de la revista Meridiam, del Instituto Andaluz de la Mujer, en el año 2011 (he revisado algunos datos pero las declaraciones son las originales) .  Mi intención es ampliar la repercusión de los reportajes que generé para Meridiam. Siempre pensé que sus valiosos contenidos merecían mayor difusión,  reconociendo siempre la apuesta tan interesante que supuso la revista.

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