No, no he leído a Virgina Woolf, hasta ahora.
Sí, todo el mundo dice que es una escritora increíble e impulsora del feminismo, pero… Se suicidó, y parece ser que sufrió abusos durante su infancia, y joder, ser una mujer inteligente y dispuesta a plantar cara a principios del siglo veinte ya me parece bastante duro. Además siempre la pintan con esta expresión:
Hasta ahora no me había apetecido meterme de lleno en tanto drama, a sabiendas (aunque sin saberlo me he metido hasta las cejas en auténticos pantanos de la tristeza, así, a lo loco).
El tema es que creo que sí se ha creado una imagen de Virginia Woolf como alguien deprimente, genial sí, pero deprimente.
Y NO ES VERDAD.
Bueno, verdad, jeje, ¿qué es la verdad? Ella diría que lo más honesto que puedo hacer es explicar cómo he llegado a profesar mi opinión, exponer mis prejuicios y esperar a que saquéis vuestras propias conclusiones.
Hace unos días una amiga nos invitó a participar en el grupo de lectura de Arcadia, mandó la lista de libros, su buen karma y dejó que el universo hiciera el resto. Y allí estaba, la primera Una habitación propia, de Virginia Woolf. Ese título se ha convertido en un mantra subconsciente para mí, aunque no hubiese leído ni una página de su autora.
Así que lo vi claro, ese era el momento; si había que entrar en el drama era mejor hacerlo acompañada. Y ahora os diré lo que he descubierto.
Virginia Woolf es la puta ama de la ironía. Divertida, fresca, ingeniosa… Escribió Una habitación propia hace cinco minutos. ¡Oh, diooosa! ¡Qué distorsionada estaba mi imagen de ella! ¡Lo que me he reído con esas 153 páginas.
Me encanta su manera calmada y burlona de denunciar la injusticia, dejando en evidencia el patetismo de la cultura machista y de sus prebostes.
Durante su almuerzo en Oxbridge (Oxford-Cambridge), donde las mujeres sólo acceden bajo permiso especial, reflexiona sobre como la guerra ha cambiado la realidad social y la literatura, rememorando a Tennyson y Christina Rossetti. Mientras piensa en esto habla con otros comensales sobre un gato que hay al otro lado de la ventana: “El gato sin cola (…) es un animal extraño, más pintoresco que hermoso. Es curioso lo que le cambia a uno una cola”.
Hila continuamente sus reflexiones con diferentes situaciones cotidianas, entrelazando unas y otras, poniendo de manifiesto como sus pensamientos están muy relacionados con su experiencia vital.
“Forma parte de la convención novelística no mencionar la sopa, el salmón ni los patos, como si la sopa, el salmón y los patos no tuvieran la menor importancia, como si nadie fumara nunca un cigarro o bebiera un vaso de vino.”
Virginia sí dice lo que come, y cómo en Oxbridge el almuerzo eleva su espíritu y su imaginación, y de paso con qué dinero se levantaron esas universidades. También nos cuenta qué se come en los centros educativos para mujeres y con qué fondos se construyeron.
“Aquí estaba mi sopa. Era un simple caldo de carne. Nada en ella que inspirara la fantasía. A través del líquido transparente hubiera podido verse cualquier dibujo que hubiera tenido la vajilla. Pero la vajilla no tenía dibujo.”
No para de preguntarse qué fuerzas se esconden detrás de las cosas que damos por sentadas. ¿Por qué las mujeres ocupamos ese lugar en la literatura universal? Ella da dos buenos motivos. Uno: las mujeres estamos fuera de juego porque no tenemos pasta, con pasta otro gallo cantaría. Dos: socialmente a las mujeres no se les permite desvincularse de los cuidados; si tienes un espacio seguro donde trabajar sin ser molestada te será más fácil crear. Amen hermana.
Los cuidados y la independencia siempre están en el centro de su discurso y esto para mí es lo más revolucionario.
“Todas las cenas están cocinadas, todos los platos y tazas lavados; los niños han sido enviados a la escuela y se han abierto camino en el mundo. Nada queda de todo ello. Todo se ha desvanecido. Ni las biografías ni los libros de Historia lo mencionan. Y las novelas, sin proponérselo, mienten.”
¿Pueden las mujeres escribir obras tan buenas como las de William Shakespeare? se preguntaban los y las contemporáneas de Virginia Woolf. Lo primero que hace la autora es recoger algunas opiniones vomitadas por “sabios” de ayer y de entonces, para que vayamos teniendo conciencia de por qué nos hacemos esa mierda de pregunta.
“Las respuestas sólo podían encontrarse consultando a los que saben y no tienen prejuicios, a los que se han elevado por encima de las peleas verbales y la confusión del cuerpo y han publicado el resultado de sus razonamientos e investigaciones en libros que ahora se encuentran en el British Museum.”
Yo también me parto.
Después nos habla de escritores y, sobre todo, escritoras, describiendo sus circunstancias vitales, no sólo en cuanto al sexo, sino atendendiendo al estatus social que atraviesa a cada persona. Y resulta que sí, es muy difícil que una obra genial salga de la mente de un escritor: “Los perros ladran; la gente interrumpe; hay que ganar dinero; la salud falla.” Pero a los escritores hombres siempre les resultaba más fácil encontrar un refugio para escribir, un lugar que les protegiera “de las exigencias y tiranías de su familia”. Tiranías… esta mujer es una artista 😀
También postula que el feminismo ha despertado la conciencia de dos sexos en la mente de los escritores y que este conflicto se refleja en la literatura perjudicando a las obras de unos y otras. Virginia se lamenta de que hayamos perdido el “cerebro andrógino”, que según ella es al que deberíamos aspirar: “Que la mente andrógina es sonora y porosa; que transmite la emoción sin obstáculos; que es creadora por naturaleza, incandescente e indivisa.”
Les dice a las estudiantes para las que habla, que las mujeres no deberían quejarse en sus libros de las injusticias que padecen por pertenecer a su “sexo” porque esto perjudica a la integridad de su obra. Y también evidencia defectos parecidos en los libros creados por hombres; libros demasiado “masculinos”, libros con un “Yo” tan enorme en medio de cada página que estorba a la lectura. Irónicamente advierte que las mujeres no pueden conectar con este tipo de emociones y valores “masculinos”, tipo Kipling y Galsworthy (vamos, que a ella esos libros le parecen una bosta bien gorda). Ahora creo que diría que ni muchas mujeres ni muchos hombres conectan con esos valores, pero el concepto de género aún no había llegado.1
La idea de cerebro andrógino, que respeta la integridad de la obra, es algo que me plantea muchas preguntas. ¿Es que antes del feminismo no había libros malos y quejosos y libros aburridos de exceso de “masculinidad”? Cuando la sociedad educa en la diferencia de género la gente acaba teniendo cerebros con “sexo”. El feminismo señala que eso está pasando y que no tiene por qué ser esa la norma.
¿Puede existir un cerebro no limitado por el género cuando un género es infravalorado? ¿Y un cerebro no limitado por la pobreza o la riqueza? ¿Y un cerebro no limitado por el color de la piel cuando el racismo es la norma? ¿Para ella lxs esxcritorxs deben estar por encima de la realidad? ¿De verdad que les está pidiendo eso a las mujeres después de siglos de humillación?
Me contesto yo sola. Creo que V. Woolf se refiere a que debemos intentar que estas circunstancias no tomen el control de nuestra obra. Que ya nos controlan bastante el patriarcado y el capitalismo como para darles también esto.
Si este libro remueve ahora, imaginaos en 1928.
Y todo eso haciéndote reír. Yo no me lo esperaba, para nada.
Virginia Woolf se despide animando a las mujeres a escribir “aun en la pobreza y la oscuridad”. Yo os animo a leerla a ella, merece la pena.
Os dejo este podcast de Carne Cruda sobre Virgina Woolf, que es una maravilla:
P.D.: Curiosidades que le hubieran encantado a Virginia Woolf:
La primera persona del mundo que escribió algo cuya autoría sea conocida es una mujer Enheduana.
La primera novela del mundo la escribió una mujer, Murasaki Shikibu.
1. El concepto de género parece que no llegó hasta 1955 al ámbito de la psicología.